El invitado estrella del debate sobre “El desafío del populismo a la libertad de Latinoamérica” decidió bajar el nivel de confrontación con el gobierno. Sorprendió con sus definiciones sobre Perú. Se impidió el acceso de los medios.
Los integrantes de la selecta Sociedad Mont Pelerin, una de las fundaciones conservadoras más influyentes del mundo, aplaudieron de pie la exposición que brindó anoche Mario Vargas Llosa en el Hotel Sheraton sobre “El desafío del populismo a la libertad de Latinoamérica”. El escritor peruano evitó cualquier alusión a la situación política argentina, y sorprendió con el tono moderado de algunas de sus reflexiones y la confesión de que en el ballottage de su país votará por Ollanta Humala, porque Keiko Fujimori “es muy corrupta”.
El escritor decidió bajar el tono de sus expresiones sobre el gobierno de Cristina Fernández. Antes de ingresar al Sheraton le dijo a un canal de cable que la polémica por el discurso inaugural de la Feria del Libro era “un mal recuerdo extinguido”, y destacó el rol de la mandataria para que el intento por impedir su participación retrocediera “a foja cero”.
Más tarde, y tal vez porque decidió reservar la polémica para su participación en la Feria literaria, Vargas Llosa ofreció una mirada sobre la situación política en el continente menos confrontativa de lo que más de un comensal hubiese deseado, teniendo en cuenta que entre el público se encontraban el director de La Nueva Provincia de Bahía Blanca, y visitante de la ESMA durante la dictadura, Vicente Massot; el economista Ricardo López Murphy; su colega del CEMA Jorge Ávila, y la embajadora de los Estados Unidos en la Argentina, Vilma Martínez.
“En materia de literatura, música o arte, América Latina no es de modo alguno un continente subdesarrollado. Y en otros campos aparece cierta confusión entre lo real y lo posible, y lo que es irreal e imposible. Varios dirigentes políticos confunden realidad y ficción”, reflexionó el autor de La Fiesta del Chivo, según pudo reconstruir Tiempo Argentino a través de algunos de los invitados, ya que la disertación estuvo estrictamente vedada a los medios de comunicación.
El escritor opinó que había “razones para el optimismo” en el continente: “Ayer, la gran mayoría de los países padecían dictaduras; y hoy, exceptuando a Cuba y los gobiernos autoritarios de Venezuela o Nicaragua, la mayor parte de América Latina goza de democracia”, dijo, aunque aclaró que esos gobiernos “no despiertan hoy el interés modélico que tenía por ejemplo la revolución cubana”, hecho que consideró “positivo para quienes amamos la libertad”.
Parte de la alocución del peruano pudo seguirse a través de la red social Twitter, una herramienta que varios de los invitados por la Sociedad Mont Pelerin utilizaron para hacer públicas algunas de sus definiciones, en un abierto desafío a la prohibición de los organizadores.
“La Mont Pelerin es una logia cerrada que impone blindaje estricto. No hay razón para que Vargas Llosa comparta las conclusiones de la Fundación con la prensa.” Nadie podría haber definido más acabadamente el cerco mediático que rodeó al encuentro de la derecha conservadora que se congregó en el salón San Telmo del hotel de Retiro que Juan Carlos Lynch, el miembro de la Fundación Libertad que ayer ofició celosamente como encargado de repeler el acceso de la prensa a la disertación del escritor peruano.
Sólo unos pocos elegidos que pagaron 1200 dólares el cubierto pudieron ingresar al Salón San Telmo. Unos 250 invitados, entre quienes esta vez no estuvo el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri –acusó problemas de agenda–, pero sí algunos de sus funcionarios, como el ministro de Desarrollo Económico, Francisco Cabrera, y Carlos Pirovano, el subsecretario de Inversiones que se hizo famoso por proponer la eliminación de la escuela pública. Tampoco quisieron perderse la exposición de Vargas Llosa el filósofo Alejandro Rozitchner, el pensador e inspirador de la oposición vernácula Marcos Aguinis –como López Murphy, uno de los siete integrantes argentinos de la fundación–, ni el periodista Jorge Fernández Díaz.
El impedimento de acceso a los periodistas dispuesto por el foro que pregona entre sus principios la defensa de la libertad fue cuestionado por Aguinis. “Me parece un gran error, pero lo hacen porque temen un escrache. Esta es una sociedad muy conservadora, está a la derecha de Vargas Llosa”, reveló con una cuota de ironía el escritor argentino.
Más tarde, sería el propio autor de La tía Julia y el escribidor el encargado de responder a la misma pregunta de este diario: “Es un acto privado”, dijo, mientras se escabullía intentando escapar de los cronistas del programa CQC, que querían saber a toda costa si había venido a la Argentina “a darle letra a la oposición para que deje de meter la pata”. La selecta Sociedad Mont Pelerin es el centro de estudios y propaganda ideológica creado en 1947 por el filósofo y economista austríaco Friedrich von Hayek, reconocido como el padre del neoliberalismo y uno de los mayores críticos del socialismo desde la Guerra Fría.
Las 60 conferencias que se han organizado en todo el mundo desde 1947 buscan difundir las bondades del libre mercado, propagandizar el papel de los Estados Unidos como gendarme global y criticar cualquier experiencia progresista que haya ocurrido en los cuatro puntos cardinales del planeta. Como hijos privilegiados de la Guerra Fría, sus conferencias se transformaron, con el correr de los años, en verdaderos foros ideológicos de la derecha conservadora en todo el mundo.
Editorial publicada el 20 de abril por Tiempo Argentino
Por
A mediados de los ’80, cuando el alfonsinismo todavía era una topadora política con fuerte respaldo social, el peronismo en el llano y la CGT acuñaron la letanía “¡Ay, Patria querida, dame un presidente como Alan García!” para cuestionar el pago de los intereses de la deuda externa, esa herencia de la dictadura que atenazaba la autonomía económica nacional. En aquel tiempo, el presidente del Perú había declarado una moratoria desafiando a todos los organismos multilaterales de crédito, que lo mandaban a tratar en la prensa tradicional con la misma inquina e irrespeto con la que hoy tratan a Hugo Chávez Frías. Para los peronistas de entonces, aquel García era un modelo de rebeldía a seguir.
Ya en el siglo XXI, el líder del APRA se recicló en disciplinado alumno del FMI, pero esa es otra historia que los propios peruanos están tratando de corregir eligiendo entre Humala y Keiko Fujimori, que representan “el sida” o “el cáncer” en la peculiar visión del premio Nobel de Literatura y cuadro ultraliberal –las dos cosas son ciertas, una no anula a la otra– Mario Vargas Llosa, afecto en su madurez a las metáforas fuertes, como todo aquel que se siente más allá del Bien y del Mal.
La anécdota ochentosa viene a cuento porque hoy Vargas Llosa encarna el deseo de la Argentina neoliberal que no sabe y no puede recuperar el protagonismo perdido, atravesando en su derrotero el mismo desierto de impotencias y desorientaciones que el peronismo huérfano de poder intentó conjurar en los años del alfonsinismo aferrándose, precisamente, a Alan García y sus desplantes al Imperio financiero.
Mauricio Macri, Eduardo Duhalde, Francisco de Narváez, por citar sólo algunos referentes políticos del dispositivo conservador; y Clarín y La Nación, los dos diarios que amplifican los anhelos del poder concentrado (sobre todo, el de Techint, que hoy desafía al Estado democrático) en el discurso público, acuden a la figura y a la palabra del escritor peruano –indiscutido miembro de la Sociedad Mont Pelerin, el think thank neoliberal fundado por Von Hayek–, para expresar lo mucho que les desagrada el rumbo “populista” que la región y el país tomaron en los últimos años, donde todos los índices sociales han mejorado con más Estado y menos Consenso de Washington, pero que a ellos les resulta intolerable, indigerible, insufrible y, para mayor dolor de cabeza aún, imbatible en las urnas, según revelan las encuestas.
Vargas Llosa, cuya descomunal obra literaria sólo puede ser puesta en duda por alguien que no leyó sus libros, debería replantearse seriamente las razones profundas del cortejo pegajoso del macrismo, de Techint en la Fundación Proa y de la derecha que quiere que el ex Midachi Miguel del Sel sea gobernador de Santa Fe. A nadie con su talento puede escapársele que si los dos diarios hegemónicos de mayor tiraje en la Argentina le brindan sus páginas a destajo para que se despache a gusto contra una supuesta censura kirchnerista es porque, en los hechos, esta censura no existe, lisa y llanamente. De allí al ridículo hay sólo un paso y es la derecha local la que lo invita a darlo, pensando en el aquí y ahora, en su obra de demolición con fecha de vencimiento en octubre, tendiéndole una trampa a la que el genio parece asistir ingenuamente gustoso, y que lo pone varios escalones por debajo de su legendaria sensibilidad, tanto humana como creativa.
Puede afirmarse que, en el caso Vargas Llosa, las virtudes en el terreno literario no se trasladan de modo automático al territorio de la política, sin que eso merezca el reproche de talibán o ultranosequé. Es entendible que sus ideas, aunque siempre respetables, no impliquen adhesión voluntaria mayoritaria en un país como el nuestro, donde su aplicación en los ’90 dejó un saldo social nefasto. Pero el ejercicio de la libertad incluye el derecho a equivocarse cuándo, dónde y las veces que uno quiera, y es hasta admirable la vocación –sincera, quién puede ponerlo en duda– por el error que lo anima.
Lo llamativo, cuando no gracioso, es la actitud fanática, casi de groupies rockeras, de los políticos y empresarios sin biblioteca ni vocación por la gramática de primaria, que de la noche a la mañana lo convirtieron en una suerte de subcomandante Marcos que viene a redimirnos de la opresión de la dictadura K y sus hordas camporistas. Son los mismos que no pueden resolver una interna partidaria porque la democracia de verdad los asusta, los que intentan convertir al Parlamento en escribanía de los grupos monopólicos, los que hablan de “pluralidad” para defender el pensamiento único que congela el statu quo, los que dicen defender los Derechos Humanos “de antes y ahora” porque no se animan a pedir amnistía para los represores, los que llaman “burocracia sindical” a cualquier intento de organización gremial de los trabajadores, en definitiva, los mismos que critican al “populismo” para oponerse de modo elegante a la distribución de la riqueza.
Son los que quieren pero ya no pueden, porque la sociedad alcanzó un piso del que no quiere bajarse.
Los que se quejan porque ni siquiera tienen un candidato que los represente, y cuando detectan complicidad, se llevan las dos manos al pecho, y entre mocos y suspiros entrecortados, recitan de menor a mayor: ¡Ay, Patria quejosa, dame un presidente como Vargas Llosa!”
Así están, llenándose la boca de la palabra “libertad” mientras cumplen la peor de las condenas: la Historia les está dando la espalda.
FUENTE: TIEMPO ARGENTINO
Los integrantes de la selecta Sociedad Mont Pelerin, una de las fundaciones conservadoras más influyentes del mundo, aplaudieron de pie la exposición que brindó anoche Mario Vargas Llosa en el Hotel Sheraton sobre “El desafío del populismo a la libertad de Latinoamérica”. El escritor peruano evitó cualquier alusión a la situación política argentina, y sorprendió con el tono moderado de algunas de sus reflexiones y la confesión de que en el ballottage de su país votará por Ollanta Humala, porque Keiko Fujimori “es muy corrupta”.
El escritor decidió bajar el tono de sus expresiones sobre el gobierno de Cristina Fernández. Antes de ingresar al Sheraton le dijo a un canal de cable que la polémica por el discurso inaugural de la Feria del Libro era “un mal recuerdo extinguido”, y destacó el rol de la mandataria para que el intento por impedir su participación retrocediera “a foja cero”.
Más tarde, y tal vez porque decidió reservar la polémica para su participación en la Feria literaria, Vargas Llosa ofreció una mirada sobre la situación política en el continente menos confrontativa de lo que más de un comensal hubiese deseado, teniendo en cuenta que entre el público se encontraban el director de La Nueva Provincia de Bahía Blanca, y visitante de la ESMA durante la dictadura, Vicente Massot; el economista Ricardo López Murphy; su colega del CEMA Jorge Ávila, y la embajadora de los Estados Unidos en la Argentina, Vilma Martínez.
“En materia de literatura, música o arte, América Latina no es de modo alguno un continente subdesarrollado. Y en otros campos aparece cierta confusión entre lo real y lo posible, y lo que es irreal e imposible. Varios dirigentes políticos confunden realidad y ficción”, reflexionó el autor de La Fiesta del Chivo, según pudo reconstruir Tiempo Argentino a través de algunos de los invitados, ya que la disertación estuvo estrictamente vedada a los medios de comunicación.
El escritor opinó que había “razones para el optimismo” en el continente: “Ayer, la gran mayoría de los países padecían dictaduras; y hoy, exceptuando a Cuba y los gobiernos autoritarios de Venezuela o Nicaragua, la mayor parte de América Latina goza de democracia”, dijo, aunque aclaró que esos gobiernos “no despiertan hoy el interés modélico que tenía por ejemplo la revolución cubana”, hecho que consideró “positivo para quienes amamos la libertad”.
Parte de la alocución del peruano pudo seguirse a través de la red social Twitter, una herramienta que varios de los invitados por la Sociedad Mont Pelerin utilizaron para hacer públicas algunas de sus definiciones, en un abierto desafío a la prohibición de los organizadores.
“La Mont Pelerin es una logia cerrada que impone blindaje estricto. No hay razón para que Vargas Llosa comparta las conclusiones de la Fundación con la prensa.” Nadie podría haber definido más acabadamente el cerco mediático que rodeó al encuentro de la derecha conservadora que se congregó en el salón San Telmo del hotel de Retiro que Juan Carlos Lynch, el miembro de la Fundación Libertad que ayer ofició celosamente como encargado de repeler el acceso de la prensa a la disertación del escritor peruano.
Sólo unos pocos elegidos que pagaron 1200 dólares el cubierto pudieron ingresar al Salón San Telmo. Unos 250 invitados, entre quienes esta vez no estuvo el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri –acusó problemas de agenda–, pero sí algunos de sus funcionarios, como el ministro de Desarrollo Económico, Francisco Cabrera, y Carlos Pirovano, el subsecretario de Inversiones que se hizo famoso por proponer la eliminación de la escuela pública. Tampoco quisieron perderse la exposición de Vargas Llosa el filósofo Alejandro Rozitchner, el pensador e inspirador de la oposición vernácula Marcos Aguinis –como López Murphy, uno de los siete integrantes argentinos de la fundación–, ni el periodista Jorge Fernández Díaz.
El impedimento de acceso a los periodistas dispuesto por el foro que pregona entre sus principios la defensa de la libertad fue cuestionado por Aguinis. “Me parece un gran error, pero lo hacen porque temen un escrache. Esta es una sociedad muy conservadora, está a la derecha de Vargas Llosa”, reveló con una cuota de ironía el escritor argentino.
Más tarde, sería el propio autor de La tía Julia y el escribidor el encargado de responder a la misma pregunta de este diario: “Es un acto privado”, dijo, mientras se escabullía intentando escapar de los cronistas del programa CQC, que querían saber a toda costa si había venido a la Argentina “a darle letra a la oposición para que deje de meter la pata”. La selecta Sociedad Mont Pelerin es el centro de estudios y propaganda ideológica creado en 1947 por el filósofo y economista austríaco Friedrich von Hayek, reconocido como el padre del neoliberalismo y uno de los mayores críticos del socialismo desde la Guerra Fría.
Las 60 conferencias que se han organizado en todo el mundo desde 1947 buscan difundir las bondades del libre mercado, propagandizar el papel de los Estados Unidos como gendarme global y criticar cualquier experiencia progresista que haya ocurrido en los cuatro puntos cardinales del planeta. Como hijos privilegiados de la Guerra Fría, sus conferencias se transformaron, con el correr de los años, en verdaderos foros ideológicos de la derecha conservadora en todo el mundo.
Editorial publicada el 20 de abril por Tiempo Argentino
¡Ay, Patria quejosa, dame un presidente como Vargas Llosa!
A mediados de los ’80, cuando el alfonsinismo todavía era una topadora política con fuerte respaldo social, el peronismo en el llano y la CGT acuñaron la letanía “¡Ay, Patria querida, dame un presidente como Alan García!” para cuestionar el pago de los intereses de la deuda externa, esa herencia de la dictadura que atenazaba la autonomía económica nacional. En aquel tiempo, el presidente del Perú había declarado una moratoria desafiando a todos los organismos multilaterales de crédito, que lo mandaban a tratar en la prensa tradicional con la misma inquina e irrespeto con la que hoy tratan a Hugo Chávez Frías. Para los peronistas de entonces, aquel García era un modelo de rebeldía a seguir.
Ya en el siglo XXI, el líder del APRA se recicló en disciplinado alumno del FMI, pero esa es otra historia que los propios peruanos están tratando de corregir eligiendo entre Humala y Keiko Fujimori, que representan “el sida” o “el cáncer” en la peculiar visión del premio Nobel de Literatura y cuadro ultraliberal –las dos cosas son ciertas, una no anula a la otra– Mario Vargas Llosa, afecto en su madurez a las metáforas fuertes, como todo aquel que se siente más allá del Bien y del Mal.
La anécdota ochentosa viene a cuento porque hoy Vargas Llosa encarna el deseo de la Argentina neoliberal que no sabe y no puede recuperar el protagonismo perdido, atravesando en su derrotero el mismo desierto de impotencias y desorientaciones que el peronismo huérfano de poder intentó conjurar en los años del alfonsinismo aferrándose, precisamente, a Alan García y sus desplantes al Imperio financiero.
Mauricio Macri, Eduardo Duhalde, Francisco de Narváez, por citar sólo algunos referentes políticos del dispositivo conservador; y Clarín y La Nación, los dos diarios que amplifican los anhelos del poder concentrado (sobre todo, el de Techint, que hoy desafía al Estado democrático) en el discurso público, acuden a la figura y a la palabra del escritor peruano –indiscutido miembro de la Sociedad Mont Pelerin, el think thank neoliberal fundado por Von Hayek–, para expresar lo mucho que les desagrada el rumbo “populista” que la región y el país tomaron en los últimos años, donde todos los índices sociales han mejorado con más Estado y menos Consenso de Washington, pero que a ellos les resulta intolerable, indigerible, insufrible y, para mayor dolor de cabeza aún, imbatible en las urnas, según revelan las encuestas.
Vargas Llosa, cuya descomunal obra literaria sólo puede ser puesta en duda por alguien que no leyó sus libros, debería replantearse seriamente las razones profundas del cortejo pegajoso del macrismo, de Techint en la Fundación Proa y de la derecha que quiere que el ex Midachi Miguel del Sel sea gobernador de Santa Fe. A nadie con su talento puede escapársele que si los dos diarios hegemónicos de mayor tiraje en la Argentina le brindan sus páginas a destajo para que se despache a gusto contra una supuesta censura kirchnerista es porque, en los hechos, esta censura no existe, lisa y llanamente. De allí al ridículo hay sólo un paso y es la derecha local la que lo invita a darlo, pensando en el aquí y ahora, en su obra de demolición con fecha de vencimiento en octubre, tendiéndole una trampa a la que el genio parece asistir ingenuamente gustoso, y que lo pone varios escalones por debajo de su legendaria sensibilidad, tanto humana como creativa.
Puede afirmarse que, en el caso Vargas Llosa, las virtudes en el terreno literario no se trasladan de modo automático al territorio de la política, sin que eso merezca el reproche de talibán o ultranosequé. Es entendible que sus ideas, aunque siempre respetables, no impliquen adhesión voluntaria mayoritaria en un país como el nuestro, donde su aplicación en los ’90 dejó un saldo social nefasto. Pero el ejercicio de la libertad incluye el derecho a equivocarse cuándo, dónde y las veces que uno quiera, y es hasta admirable la vocación –sincera, quién puede ponerlo en duda– por el error que lo anima.
Lo llamativo, cuando no gracioso, es la actitud fanática, casi de groupies rockeras, de los políticos y empresarios sin biblioteca ni vocación por la gramática de primaria, que de la noche a la mañana lo convirtieron en una suerte de subcomandante Marcos que viene a redimirnos de la opresión de la dictadura K y sus hordas camporistas. Son los mismos que no pueden resolver una interna partidaria porque la democracia de verdad los asusta, los que intentan convertir al Parlamento en escribanía de los grupos monopólicos, los que hablan de “pluralidad” para defender el pensamiento único que congela el statu quo, los que dicen defender los Derechos Humanos “de antes y ahora” porque no se animan a pedir amnistía para los represores, los que llaman “burocracia sindical” a cualquier intento de organización gremial de los trabajadores, en definitiva, los mismos que critican al “populismo” para oponerse de modo elegante a la distribución de la riqueza.
Son los que quieren pero ya no pueden, porque la sociedad alcanzó un piso del que no quiere bajarse.
Los que se quejan porque ni siquiera tienen un candidato que los represente, y cuando detectan complicidad, se llevan las dos manos al pecho, y entre mocos y suspiros entrecortados, recitan de menor a mayor: ¡Ay, Patria quejosa, dame un presidente como Vargas Llosa!”
Así están, llenándose la boca de la palabra “libertad” mientras cumplen la peor de las condenas: la Historia les está dando la espalda.
FUENTE: TIEMPO ARGENTINO
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