jueves, 28 de abril de 2011
PAOLO ROCCA, LA EMPRESA TECHINT Y EL INTERVENCIONISMO DE MERCADO
El modelo de acumulación posibilitó al grupo su consolidación como la entidad industrial más representativa del país. No resultan extrañas las tensiones ideológicas y políticas con el gobierno. A continuación, un breve repaso de su evolución.
Los antecedentes de Techint se remontan a la Italia de principios del siglo XX. Específicamente, a la época en que la poderosa Banca Commerciale controlaba, entre otras, a la firma industrial Dálmine, donde se desempeñaba quien luego sería el fundador de Techint: Agostino Rocca. Luego de la crisis del ’30, el fascismo funda el Instituto per la Ricostruzione Industriale, una empresa estatal que asume numerosas firmas industriales, entre ellas a Dálmine, luego transformada en la empresa de tubos sin costura más grande de Europa. Como hombre de confianza de Il Duce, Rocca pasó a ser designado director del consorcio Cornigliano, que resultaría clave en la logística de la guerra. Una vez concluida la contienda bélica, se organiza en Italia la empresa Compañía Técnica Internazionale (Techint) que en la Argentina se instala en 1946 bajo el nombre de Techint Cia. Técnica Industrial SA, conducida por el propio Agostino. Favorecido por la intención del gobierno peronista de diversificar la producción, y pese a la airada protesta de los industriales locales de la época por considerar que la instalación de este empresario atentaba contra quienes ya emprendían esa producción en la Argentina, Agostino consigue fugar de Europa y radicarse en el país, evitando así las previsibles consecuencias que sufriría por parte de las fuerzas aliadas como antiguo colaborador de Mussolini.
En agosto de 1948 se constituyó la empresa Dálmine Safta, cuya fabricación de tubos sin costura especialmente aptos para el transporte de fluidos de alta presión y elevadas temperaturas no podían ser remplazados por los que se fabricaban por entonces en el país, lo cual terminó de confirmar la definitiva instalación de los Rocca en la Argentina. Con un plantel de empleados estimados en más de 1500 y una inversión de aproximadamente 125 millones de pesos de aquella época, la firma se estableció finalmente en Campana. Comenzó sus actividades en 1954 y pasó rápidamente de una producción de 30 mil toneladas a 70 mil en pocos años. En ese momento, Dálmine estaba integrada por un holding conformado por Techint, Santa María y Siam – propiedad de la familia Di Tella– que inicialmente se había opuesto a su radicación en el país. Sin embargo, la evolución que experimentaría la empresa Techint a partir del modelo económico impulsado desde 1976 sería ostensiblemente mayor. En ese sentido, no sólo terminaría por consolidarse como un polo siderúrgico de envergadura sino que también lograría expandirse hacia otros sectores de la economía, beneficiados por los shocks de inversión extranjera directa (IED) que comenzaron a llegar al país a partir de los flujos de capitales que buscó impulsar la dictadura gracias a la Ley 21.382 de Inversiones Extranjeras (ley que a instancias del entonces Ministro Martínez de Hoz remplazó a la 20.557 de Radicaciones Extranjeras, vigente hasta entonces). Con esta nueva norma, la dictadura desarticulaba toda una serie de requisitos para la llegada de inversiones extranjeras, atentando contra el desarrollo de regiones específicas del país, con una tendencia al impulso de actividades capital intensivas que favorecían la explotación privada, en especial de recursos naturales estratégicos para el desarrollo nacional. Esta tendencia se acentuaría luego con el menemismo.
Así, favorecido por este cambio en la legislación, Techint pasaría de ser un productor de tubos de acero a tener negocios en minería, gas, teléfonos y petróleo. Prueba de ello es la cantidad de empresas que la transnacional fue absorbiendo durante dicha etapa. En 1978, Techint incorpora el Consorcio de Comunicaciones Patsa, fabricante e instalador de centrales telefónicas; al año siguiente hizo lo propio con la petroleras Tecpetrol y la minera Tecminera SA, y en 1981 se quedó con otras tres, Golfo Petrolera SA, Cañadón Piedras SA y Progreso y Perforaciones Petroleras, además de centrales nucleares, proyectos hidroeléctricos y empresas constructoras. Su crecimiento entre 1976 y 1983, por lo tanto, demuestra hasta qué punto las políticas económicas de la dictadura fueron funcionales a su expansión tanto nacional como internacional.
AUGE DEFINITIVO DURANTE EL MENEMISMO. Como decíamos anteriormente, el auge del holding de los Rocca se concretaría definitivamente durante el menemismo, a la sazón la continuidad del modelo económico de Martínez de Hoz por otros medios. La compra de la acería Somisa (Sociedad Mixta Siderurgia Argentina) por parte de Roberto Rocca, hermano de Paolo, fue la frutilla del postre para concretar el objetivo de avanzar en la integración o complementación de sus actividades.
En general, una de las características del proceso privatizador en la Argentina fue la concentración de la propiedad de las empresas en un conjunto de conglomerados locales reducido, promovido durante el gobierno militar y favorecido durante el alfonsinismo mediante subsidios, exenciones tributarias y contratos con el Estado. Estos grupos, entre los cuales se encontraba Techint, se asociaron con empresas extranjeras dueñas de los antecedentes técnicos y gerenciales en el rubro correspondiente, así como también con representantes de la banca acreedora. La tendencia, por lo tanto, contribuyó a que la empresa de los Rocca reforzara definitivamente su predominio por vía de una mayor concentración, como finalmente sucedió en 1993 cuando pudo empezar a gerenciar la estatal Somisa y transformarla en Siderar. Dicha adquisición le permitió ampliar la producción de tubos de Siderca y sumar la matriz italiana Dalmine, la mexicana Tamsa, Algoma de Canadá, Tavsa de Venezuela y Confab de Brasil, entre otras. A partir de esta situación se crea en 2002 la todopoderosa empresa Tenaris, que fabrica casi uno de cada tres tubos petroleros del mundo.
UN NUEVO MODELO DE ACUMULACIÓN PARA UN NUEVO PAÍS. Luego de cierta expectativa, la relación con el gobierno de la presidenta Cristina Fernández comenzaría a mostrar algunos cortocircuitos conforme se abandonaban gradualmente las políticas que más habían favorecido el desarrollo del holding empresario. Por ejemplo, en 2009 cayó muy mal a los Rocca que el gobierno nacional intercediera para impedir 2400 despidos en Siderar, así como los controles oficiales dispuestos ante el default de Transportadora Gas del Norte (TGN) y la colocación de directores en las empresas donde las AFJP tenían acciones. Al mismo tiempo, las quejas por la política monetaria kirchnerista empezaban a ser una constante en el grupo Techint. El gobierno, aquel año, no cedió ante las presiones de Paolo Rocca de impulsar una fuerte devaluación que, sin dudas, hubiera provocado una merma en el poder adquisitivo de los salarios, en un escenario de crisis internacional donde se hacía más necesario, justamente, mantener el poder adquisitivo de los trabajadores. Dos hechos, en 2009 terminarían por ubicar a los directivos de Techint como firmes opositores al gobierno actual. El 30 de octubre se difundió un documento firmado por el Comité Mundial de los Trabajadores de Tenaris, en la ciudad de Bérgamo, Italia. Allí se denunciaba a Tenaris por haber utilizado la crisis económica mundial para “aumentar los beneficios de los accionistas a cuenta de convenios colectivos y de sus obreros y empleados”, manipulando en muchos lugares del mundo la negociación colectiva y obteniendo concesiones “sin aumentos salariales o con aumentos mínimos muy por debajo del costo de vida”. Frente a un gobierno dispuesto a consolidar los mecanismos de negociación colectiva, la crítica por ser funcionales a la “ofensiva sindical” distanciaba a los empresarios del holding de la política salarial kirchnerista.
Al mismo tiempo, otro eje de distanciamiento clave era la nacionalización de la empresa Ternium Sidor en Venezuela por parte del presidente Hugo Chávez. El gobierno argentino pidió “un precio justo” para la empresa, pero de ninguna manera incidió en la decisión soberana de la nación hermana, tal como se reclamaba desde Techint. El grupo empresario de los Rocca acusó entonces a la presidenta de la Nación de no defender como correspondía sus intereses en aquél país, y a partir de entonces la relación desmejoró. El resto es historia reciente y conocida: los permanentes tironeos por parte de Techint, junto a sus socios Clarín y AEA, para forzar una conducción de la UIA más confrontativa con el gobierno y lograr un alineamiento del G-6 para endurecer sus posiciones antinacionales y antisindicales, en consonancia con los sectores que históricamente manifestaron posturas conservadoras y reaccionarias, como la Sociedad Rural Argentina y CARBAP.
CONCLUSIONES. El grupo fundado por el asesor siderúrgico de Benito Mussolini, el capitán de artillería Agostino Rocca, con capitales alemanes e italianos que fugó de Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, tiene hoy sede en el paraíso fiscal de Luxemburgo para no pagar el Impuesto a las Ganancias distribuidas. Desde allí controlan un centenar de empresas en más de 20 países, que emplean a cerca de 40 mil trabajadores.
Fruto de su trayectoria histórica y de su presente anti estatista, ¿se puede hablar de una empresa argentina de orgullo, acaso como alguna vez se pensó? ¿Constituye Techint un ejemplo de burguesía nacional tal como imaginó Perón para consolidar un proyecto industrializador a largo plazo? ¿O en realidad estamos frente a una empresa que en la actualidad representa la pata industrial de la oligarquía históricamente alineada a los sectores dominantes y al capital extranjero? Desde sus orígenes y en una economía capitalista, la burguesía desempeña un papel central. Esto demuestra la experiencia histórica de los países desarrollados. Su carácter revolucionario no sólo devino del remplazo de una sociedad feudal, sino del impulso al desarrollo de las fuerzas productivas con innovaciones e inversiones que fueron alterando el sistema de producción y el orden social, expandiendo sus fronteras hasta los rincones más remotos del planeta. Pero, tal como hemos visto, incluso contando con el apoyo irrestricto de planes económicos durante mucho años, los grandes industriales son parte importante del fracaso económico que experimentó el país hasta la crisis de 2001. A pesar de todos los beneficios fiscales con los que contaron, nunca fueron agentes dinámicos del desarrollo durante el neoliberalismo, sino más bien todo lo contrario.
Años de intervencionismo de mercado hicieron de Techint un grupo crecido al fruto del complejo entramado de empresas nacionales y transnacionales, junto a bancos locales y extranjeros que durante el neoliberalismo impulsaron el feroz endeudamiento público a costa de todo el pueblo argentino. El sólido vínculo con el Estado durante esos años les garantizó un conjunto de leyes que facilitaron su operatoria en condiciones oligopólicas. La relación con el capital financiero les proporcionó, a su vez, la liquidez necesaria para poder expandirse. Frente a esos antecedentes, no debe resultar extraño, pues, que la actual tendencia a la recuperación del rol protagónico del Estado les proporcione preocupaciones y ansiedades, por no decir terror. El país asiste a un cambio de época en el que la mentalidad y accionar de empresarios como los Rocca, sellan su suerte a las de los Biolcatti y Magnetto, representantes de una republiqueta en vías de extinción.
FUENTE: TIEMPO ARGENTINO
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